Artículo sobre “Alma Colibrí” publicado en la revista digital de la Aepperinatal

La increíble historia de Alma Sánchez nieta inicia en la pradera ancha de la finca de Ernesto Celso Martínez padre, el treinta y uno de octubre de mil novecientos sesenta y cinco. Avanza la tarde, regresa Alma Sánchez hija a su cabaña tras la jornada en el maizal cuando salió al paso Ernesto Celso hijo. Alma hija era una jornalera adolescente de cuerpo terminado y ojos color melocotón y Ernesto Celso hijo era el heredero de una de las mayores fortunas de Centroamérica. Ella subió al caballo porque Celso prometió llevarla a casa y le dio miedo negarse. Él cabalgó hasta el río y abuso de ella dos veces en la curva de abajo.

Pasados tres meses Alma hija cayó de tripas y el pueblo empezó a comentar. Celso hijo andaba en posibles nupcias con una acaudalada joven de la capital y temiendo un escándalo que pudiera airear su pasado carcelario encargó a la bruja Esmeralda machacar siete sesos de colibrí en perejil fresco y camuflarlos entre las papas y las tripas de cerdo del rancho de mediodía de la futura madre durante siete días. Actuaba la pócima lentamente. Primero venían las pesadillas, después las alucinaciones y un deterioro progresivo de la personalidad que degeneraba en demencias concluyentes. Tres meses de incubación hasta el ingreso psiquiátrico era el pronóstico habitual y la locura, entendida como esquizopatía delirante, el resultado final.

Los delirios aparecieron al quinto mes; demasiado tarde para Ernesto Celso hijo y demasiado pronto para Alma Sánchez nieta, que permanecía encogida en el vientre materno, atormentada por los pensamientos venenosos de la madre, amén de la vergüenza para siempre perdida. El hinchazón al sexto mes era incuestionable y el pueblo cotilleaba bien y largo sobre Alma hija y sus devaneos con Ernesto Celso hijo. Fue entonces cuando Alma Sánchez madre habló el asunto con Alma Sánchez hija en la cabaña familiar, frente a las brasas donde hervían las panochas. Esa noche se acostaron en la misma cama y no hubo lágrimas. Al día siguiente Alma Sánchez madre se despistó del grupo en el maizal y en la pradera de Aguas se acercó lentita para no despertar sospechas y, en el cuerpo a cuerpo, sacar un puñal de quince pulgadas con el que dobló por seis veces los riñones de Ernesto Celso hijo. Mayo, 2016 Página 6 de 14

– Don Ernesto. Venía suavita a decirle que está usted jodido y que más le vale encomendarse a Dios antes de soplar el suelo. Que no se pincha a una niña por más hijo de puta y cacique que usted sea. Después guardó el cuchillo en la bolsa del uniforme y se dirigió a casa de la bruja Esmeralda, donde utilizó una cuerda de paja para estrangularla, sin dejar un solo instante de mirarla a los ojos; reteniendo el aliento final de la malera y atrapándola así para las sucesivas vidas. – No es cuándo mueres sino cómo mueres- dijo Alma Sánchez madre mientras apretaba el nudo cervical. – Mira ahora, si puedes, en el cajón negro por si tienes una pócima para cuando te enfrentes al diablo. Él, sin embargo, no murió en el acto, pero sí joven y soltero, tras cuatro años de impotencia sexual y trece cirugías mayores, incluidos dos trasplantes renales que no encontraron donante y que Ernesto Celso padre tuvo que comprar en la selva a los mercenarios que explotan las minorías indígenas. Con Alma madre en la cárcel y Alma hija intoxicada la vida de Alma nieta peligraba seriamente. Fue en el séptimo mes de preñez cuando Alma Sánchez hija perdió el control del sueño y decidió ir al río, parir y ahorcarse, pensando que así ahorraba el sacrificio de una vida sin realidades a su hija. Encontraron los guardias los cuerpos por la mañana y por la tarde el párroco Don Julián los enterró juntos, sin lápida ni plática. “Alma Sánchez hija. Alma Sánchez nieta, no nacida. Descansen en paz”, se leía en el cartón de difuntos. Por primera vez en treinta años desde la muerte del médico Rogelio, el pueblo entero acudió en pleno a un funeral. Todos sabían que Alma madre no andaba en navajazos por un “sí o no” y celebraban la muerte de Esmeralda, pero guardaron silencio sobre el asunto del hijo del amo por miedo a las represalias. No obstante algunos amigos de la escuela, enamorados de la sana belleza de Alma hija, hicieron guardia hasta el amanecer en el cementerio y en algún momento oyeron un gimoteo en la fosa. Pensaron que las ratas habían entrado en el sepulcro pero al acercarse y cavar distinguieron con claridad el llanto de un bebé. Don Julián alivió el sudario, apartó los gusanos que empezaban a explorar los tejidos internos de la criatura y comprobó alucinado que Alma nieta respiraba….

Aquí no acaba la historia. Si queréis sabes más sobre la vida de Alma nieta podéis leer el cuento entero en el libro: Alma Colibrí. Cuatro cuentos y un poema. Autor: José Grau Reyes Ediciones Andante, 2015. Los cuatro cuentos que componen “Alma colibrí” están inspirados en hechos verídicos, posiblemente reales. José Grau Reyes también está inspirado en posibles hechos reales, vividos desde diferentes estados de conciencia.